De una vez por todas, ¿se puede o no se puede comer jamón serrano en el embarazo?

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La ciencia no se pone de acuerdo con lo que prohibir a las embarazadas: esta es la guía definitiva para saber si debe privarse de alimentos como el jamón o el pescado crudo.

¿Te quedaste embarazada? «Pues ya no puedes comer jamón». Es lo primero que te dicen. El consejo no tarda en aparecer por parte de la vecina, la amiga o conocida tu propia madre o tu suegra cualquiera te lo comenta cuando haces  el anuncio de que estás embarazada. Quizás acudas al doctor Google en busca de algún oportuno estudio de última hora que te permita no quitarte ese manjar que ahora todo su entorno quiere arrebatarte. No sacarás nada en claro y sí, en cambio, un montón de dudas nuevas: consejos en direcciones contradictorias y todos con una pátina científica que termina por descolocar. Esto es normal: ni los propios científicos tienen claro qué puede y qué no se puede comer durante el embarazo. Para hacer justicia diremos que la ciencia avanza y se revisa continuamente y que estudios que durante un tiempo parecían inamovibles acaban reformulándose. Por eso, hablamos con los expertos para conocer, a día de hoy, cuáles son las pautas de alimentación que debería seguir.

«La mujer embarazada tiene demasiada información, a veces buena, pero a veces equivocada», señala Txantón Martínez-Astorquiza, ginecólogo del Hospital Quirónsalud Vizcaya y presidente de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO). Cierto que hay muchos alimentos situados en la lista de los dudosos, pero uno de ellos destaca por encima de los demás.

El jamón serrano

Hay mujeres que no lo han probado en todo el embarazo, otras que se han puesto moradas y, últimamente las que más lo congelan antes de degustarlo. Aún hoy, según el especialista a quien se le plantee, la respuesta varía.

Eva Pérez Gentico, dietista-nutricionista perteneciente a la Academia de Nutrición y Dietética, se muestra a favor de esta última medida, siempre que se haga por debajo de los -22ºC durante 10 días.

Martínez-Astorquiza, sin embargo, opina que no es necesario congelar el jamón si se cumplen una serie de condiciones: «La SEGO ha investigado en ese sentido y le digo que se puede comer jamón siempre que haya pasado por una cadena de producción controlada por Sanidad. No así el jamón ni el embutido de la matanza del pueblo porque, aunque el cerdo haya pasado todos los controles, no se analiza cada parte del animal para comprobar si tiene toxoplasmosis».

Un estudio publicado en 2016 sobre el tema apunta en la misma dirección. Investigadores de las universidades de Granada y Valencia concluían que el método tradicional de salado para la producción de jamón serrano asegura la total eliminación del parásito, «siempre que se respete el período de maduración que marca la normativa vigente». Claro que si no se fía, quizás se quede más tranquila utilizando el congelador.

Los alimentos crudos (no curados)

Tenemos más o menos claro qué pasa con el jamón, pero la lista es algo más amplia. Porque si el problema del jamón es que está crudo, ¿qué pasa con otros alimentos que se consumen con cero cocción? A diferencia de los embutidos como el jamón serrano estos alimentos carecen de curación, un proceso que en los primeros es clave para eliminar el toxoplasma gondii.

Contesta Pérez Gentico: «Debemos evitar el consumo de carne cruda o poco hecha en general, por el riesgo de contraer toxoplasmosis. Esto afecta también a sus derivados como los embutidos y ahumados. Además, el consumo de lácteos crudos supone un riesgo de infección por listeria. Aunque lo normal es que los productos lácteos en las tiendas estén esterilizados o pasteurizados, se pueden encontrar algunos quesos que están elaborados a partir de leche cruda, y que las embarazadas deben evitar».

Respecto al pescado crudo, como el sushi o los boquerones, dice Martínez-Astorquiza: «El rey del pescado es el anisakis, que se mata cociendo mucho el alimento —merluza y anchoas lo tienen en gran medida— o bien congelándolo previamente durante al menos 48 horas, a buena temperatura [por debajo de los -30 ºC] y sin que se haya roto la cadena del frío». La conclusión del ginecólogo es que sí se puede comer pescado crudo si se está seguro de que ha sido congelado, tal y como obliga la ley española. En caso de duda, mejor dejarlo para después del embarazo.

Pescado azul

Cocinado sí, se puede comer, pero también con condiciones. Lo cuenta Pérez Gentico: «Durante el embarazo se recomienda el consumo de pescado en general por su aporte de ácidos grasos como el omega 3, pero se deben evitar los pescados azules de gran tamaño como el atún rojo, el lucio, pez espada, emperador o cazón, por la presencia de sustancias tóxicas como el metilmercurio. Sin embargo, son seguros los pescados azules pequeños como las sardinas, el bonito, el arenque, el jurel, el salmón, los boquerones… También deben evitarse las cabezas de las gambas y langostinos, por sus niveles de cadmio».

Refrescos

La cosa podría acabar ahí, pero por desgracia, recientes estudios hacen referencia a la conveniencia de dejar de lado el consumo de refrescos y otras bebidas azucaradas. Podrían tener que ver con una mayor incidencia de partos prematuros, preclamsia (tensión arterial alta y proteína albúmina en la orina), niños con sobrepeso e incluso asmáticos.

«Son muchas las patologías asociadas al consumo de los azúcares contenidos en los refrescos: la obesidad, la diabetes, la hipertensión…», explica la dietista-nutricionista. Y añade: «Pero, además, a menudo contienen sustancias excitantes como la cafeína o una cantidad importante de gas. Por lo que este tipo de bebida no se recomienda, y su consumo debe ser muy ocasional: para hidratarnos el agua es la bebida perfecta. Lo mismo sucede con el aspartamo (el edulcorante de lo light): aunque es seguro para la embarazada se debe limitar su consumo».

Arroz, alimentos preparados y comida rápida

Parece evidente que aunque el listado puede llegar a ser infinito (el arroz, los alimentos preparados y la comida basura también requieren mesura por el arsénico del primero y las grasas trans y conservantes de los segundos), en realidad basta con seguir algunas normas básicas: cocinar muy bien los alimentos, desinfectar las frutas y verduras que se consuman crudas, así como la higiene de las manos, utensilios y superficies cuando se manipulan alimentos crudos y aplicar el sentido común.

La moderación ha de ser la reina de las costumbres de la alimentación de la embarazada, «así como la dieta mediterránea». Es la última recomendación del presidente de SEGO: «Que lleve proteínas, huevos, legumbres, frutas y verduras».

 

 

 

Noticia enviada por un cortador de jamón y obtenida del enlace:

https://elpais.com/elpais/2018/02/08/buenavida/1518124380_043303.html